El gas que se genera hace funcionar la cocina escolar, permite ahorrar el 25% del consumo de gas de la escuela, y el biofertilizante es donado a huertas de la comunidad
La cocina de la escuela pública 22 de Carlos Reyles tiene movimiento todos los días. Allí se prepara comida para las maestras y los niños que allí concurren. Los residuos que se generan iban directo a la basura y de allí al vertedero. Eso ocurría antes.
En 2021 la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC) instaló allí con el apoyo de Fundación UPM un biodigestor con la participación del área de Cultura Científica del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Se trata de un dispositivo al que se le colocan dentro los residuos orgánicos. Estos se degradan y mientras lo hacen generan gas. El biodigestor es una suerte de bolsa que se va inflando a medida que se llena de gas.
El biodigestor se carga con unos dos kilos de residuos por día, esto implica que una media tonelada de residuos al año ahora dejarán de llegar desde la escuela al vertedero.
Pero, ¿para qué gas? Este gas puede ser usado para generar energía y, por ejemplo, ahorrar gastos de electricidad a la vez que se le da nueva utilidad a los residuos. El biogás se usó en este caso para hacer funcionar el anafe de la cocina que se alimentó del biogás generado con los residuos.
En el biodigestor de la escuela entraron los residuos orgánicos de la cocina, cáscaras de fruta y verdura y todo tipo de restos de alimentos mezclados con agua. Luego de un cerrado hermético, dentro quedan los microorganismos que se encargan de la degradación de la materia orgánica. Resultado de este proceso se genera gas y un líquido llamado digestato o biofertilizante, que se puede aplicar a plantas. “Lo estamos donando para aplicar en huertas en la comunidad”, contó Martins.
El gas luego sale hacia la cocina por un ducto y hace funcionar el anafe de la escuela.
“A corto plazo solucionamos la gestión de los residuos orgánicos de la escuela que ya no se destinan al vertedero. A mediano y largo plazo cambia la conciencia de los niños”, dijo Alice Martins, profesora Asociada de Ingeniería en Agua y Desarrollo Sostenible de UTEC.
El ciclo de trabajo en esta escuela de Carlos Reyles ha terminado. El equipo logró que la escuela ahorre un 25% de gas gracias al uso del gas generado por el biodigestor.
Se destinan 2 kg de residuos orgánicos al día (unas 0,5 toneladas por año). Así se evita trasladar estos residuos al basurero local. “Contribuye a la reducción de la contaminación de suelos y recursos hídricos”, comentó Martins. La docente explicó que el biodigestor tiene una capacidad de tratar hasta una tonelada al año y que en caso de recibir la colaboración de la comunidad y recibir residuos orgánicos, la escuela podría beneficiarse con mayor generación de gas.
El anafe de la cocina logró funcionar durante 2 horas al día con el gas del biodigestor, un 25% del total de horas que se utiliza a la semana.
El trabajo ha servido para mostrar “el potencial” que tienen los biodigestores instalados en escuelas tanto para generar energía a base de residuos como para impulsar la educación ambiental de los niños a partir de esta práctica, comentó Martins.
El desafío de involucrar a los niños
Erika Pedraja es auxiliar de cocina en la Escuela 22 de Carlos Reyles desde hace dos años. Es ella quien alimenta al biodigestor y además ha colaborado en las charlas informativas a los niños, explicándoles cómo funciona y su utilidad. “Cuando me comentaron sobre la colocación del biodigestor me pareció muy útil para el funcionamiento de la cocina. Además, es una forma de concientizar tanto a los niños como a los adultos ya que de esta forma se utilizan los residuos orgánicos que antes iban a la basura”, planteó Pedraja.
Ana Laura Casavieja es maestra de la Escuela 22 de Carlos Reyles y trabaja hace 10 años allí. “Al principio no sabía lo que era un biodigestor ni para qué servía. Comencé a interesarme cuando vinieron a instalarlo, me explicaron su funcionamiento y desde ahí busqué más información”, recordó Casavieja. Su mayor desafío como maestra fue lograr asociar los contenidos de aula al proceso del biodigestor y presentarlo a los niños como una herramienta de trabajo que ayuda al medio ambiente y sus familias.Casavieja recuerda que los niños comparaban el olor del biofertilizante con el del chiquero.
El vínculo no fue solo con la escuela. “Logramos interacción con la comunidad local mediante acciones con la agrupación A Todo Ritmo y América Solidaria”, destacó Martins. Los docentes formaron mentores en la comunidad y ahora ellos también están recolectando residuos para aplicar en huertas.
Maestros y estudiantes desarrollan proyectos sobre economía circular, degradación, reutilización y transformación con la guía del equipo de Cultura Científica del MEC en colaboración con UTEC, con el objetivo de desarrollar el pensamiento científico y fomentar la gestión integral de los residuos sólidos, contó María Ruiz, integrante de la Dirección de Educación del MEC.
Se desarrollaron proyectos educativos con la participación de cuatro maestras. Unos 140 estudiantes trabajaron en conceptos como economía circular, y el uso de palabras como descomponer”, “reutilizar” y “económico” fue asociado al biodigestor.
Lucía Caguen tiene 11 años y cursa sexto año en la escuela. “Lo que más me gustó de las actividades que hice en reciclaje fue cuando pintamos unas botellas para hacer canteros y también todo lo que aprendí”, contó Lucía. Gabriel Molinari, también de 11 años, coincide que la actividad con las botellas fue una de sus favoritas.
El camino a seguir
El grupo de trabajo de UTEC de Ingeniería en Agua y Desarrollo Sostenible prevé continuar trabajando con biodigestores en el interior del país en 2022 con apoyo de Fundación UPM y la Embajada de Estados Unidos.
“Es importante el trabajo de UTEC con la comunidad, trayendo la tecnología al alcance de todos y fomentando el pensamiento crítico y la innovación en distintos niveles educativos. El conocimiento y la tecnología ya están disponibles. Hace falta ponerlos en práctica para desarrollar una sociedad más sostenible y circular”, como ocurrió en la Escuela 22 de Carlos Reyles, comentó Alice Martins de UTEC.
Está en marcha un trabajo con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos para trabajar en residuos sólidos en Durazno que incluye composteras domiciliarias y biodigestores en 2022, trabajo educativo en escuelas y biodigestores y que también incluirá un relevamiento de los residuos que se generan en la ciudad de Durazno a cargo de grandes centros como supermercados, el hospital o restaurantes y se hará luego una propuesta de plan de gestión.
Para Alice, el gran desafío es lograr involucrar a la comunidad. Una experiencia previa de trabajo en Durazno permitió formar y apoyar a tres mujeres en situación de vulnerabilidad social para hacer la tarea de compostaje y poder vender el compost resultante como abono (con el apoyo de UTEC, la Intendencia de Durazno,el Ministerio de Desarrollo Social, Barrios Unidos en Marcha, BUEM). “Ellas trabajaron en un predio de BUEM, pero el proyecto finalizó debido a falta de recursos. Para hacer de esto un negocio viable necesitan una mayor red de recolección de residuos orgánicos clasificados y compradores de grandes volúmenes de compost” agregó. “Para esto es necesario que se involucren las instituciones gubernamentales y privadas” , planteó Martins.
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