Miyawaki Forests in Urban Environments: A Local Solution to Climate Change in Durazno

Con el objetivo de generar una solución concreta, basada en la naturaleza y fácilmente replicable para fortalecer la resiliencia climática en Uruguay, se impulsó un proyecto a cargo de la carrera de Ingeniería Agroambiental de UTEC Durazno. Se trata de una iniciativa para crear bosques Miyawaki como infraestructura verde urbana, es decir, un método que está permitiendo la incorporación de bosques nativos urbanos. El equipo de trabajo cuenta con la participación de especialistas en arquitectura, paisajismo, biología, geografía y planificación ambiental pertenecientes a diversas instituciones como UTEC, UdelaR y Vida Silvestre.

Aunque Durazno cuenta con una importante cobertura vegetal, especialmente representada por el bosque ribereño del río Yi —emblema local y espacio clave para la comunidad— esta zona específica presenta un déficit de arbolado y acceso a espacios verdes. Se trata además de barrios de contexto socioeconómico medio-bajo, cuyos habitantes deben recorrer varios kilómetros para disfrutar de áreas naturales y recreativas.

El aumento demográfico de las ciudades acompañado de la expansión de infraestructura, modifica los usos del suelo generando microclimas en los que la biodiversidad, temperatura, lluvia, y vientos difieren de las condiciones naturales. En este sentido, tanto la Agenda 2030 como el plan nacional de adaptación de ciudades reconoce la sostenibilidad urbana como “un elemento clave para lograr el desarrollo sostenible” señaló Sofia Cortizas, docente de Ingeniería Agroambiental.

La estrategia de crear pequeños bosques urbanos a partir de especies propias de la región es novedosa en nuestro país, estos bosques urbanos son una de las soluciones basadas en naturaleza más eficientes. La iniciativa está liderada por la docente de UTEC, Sofía Cortizas y, Federico Weinstein de Vida Silvestre, la cual fue seleccionada en el marco de una convocatoria abierta sobre medidas de adaptación al cambio climático en la región Centro-Norte del país, con apoyo del Ministerio de Ambiente y la Corporación Nacional para el Desarrollo.

Un enfoque innovador: sembrar bosques nativos urbanos con método Miyawaki

Este proyecto está basado en la experiencia de los Bosques Miyawaki, un método desarrollado por el botánico japonés Akira Miyawaki. El japonés es pionero de la forestación urbana y su método ha probado una alta capacidad para acelerar el crecimiento de bosques nativos densos en espacios reducidos.

La técnica Miyawaki se caracteriza por su énfasis en el estrecho espaciamiento entre plantas y complementariedad de estratos buscando emular el desarrollo natural de bosques biodiversos. Estos bosques constituyen además “un incentivo a la producción de especies nativas de árboles y arbustos en viveros públicos o privados, y promueve acciones conjuntas entre sociedad civil, empresas, instituciones académicas y el gobierno departamental, para su implementación, cuidado y disfrute” contó el Licenciado en Gestión Ambiental, Federico Weistein.

Los bosques se plantaron en el oeste de la ciudad, en las inmediaciones de los barrios La Unión y Las Higueras y busca dar respuesta a un desafío clave “la necesidad urgente de dotar los espacios urbanos de mayor capacidad de adaptación” reflexionó Federico. Se intervino un espacio común de la cooperativa Co.tra.dur, en donde participaron vecinos de las siete cooperativas que integran ambos barrios. En este proceso se implementaron metodologías participativas de trabajo colaborativo como la generación de un “mapa de empatía” para recabar información. Adicionalmente se trabajó en el diseño para la intervención del área adyacente a la cañada Scaffo, evidenciando la pertinencia de dicho espacio en la construcción de identidad y adaptación de los barrios, aspecto alineado con la previsión nacional y del plan local de la ciudad de crear un sistema equilibrado de espacios verdes.  

El proceso de trabajo en Durazno se organizó en tres etapas. Primero se realizó una caracterización del área de trabajo, se hizo un “relevamiento de información ambiental de la cañada Scaffo y de puntos de degradación y revisión normativa de ordenamiento territorial y arbolado” contó Cortizas. Luego se hizo “un relevamiento de la relación de vecinas y vecinos con el arbolado urbano y diseño participativo del bosque urbano” explicó. Finalmente, en la tercera etapa “se intervinieron 20m2 junto a vecinos de la cooperativa  Co.tra.dur” contó Weistein. “Esta alta densidad apunta a estimular la sana competencia entre especies, similar a lo que sucedería en la naturaleza” explicó el especialista.



Reforestar con sentido: ciencia, comunidad y territorio

La intervención en el espacio se llevó a cabo luego de visitar el campo, conocer las características del suelo, decidir qué especies se adaptan al terreno, aportar la biomasa necesaria ante las carencias del espacio. Además  realizaron talleres para capacitar a la comunidad de jóvenes que forman parte del barrio, indicó la docente. Aplicando esta metodología “se facilita el desarrollo de un ecosistema forestal adaptado a las condiciones locales” agregó. 

Para lograr el éxito en esta intervención “es fundamental identificar las especies de árboles nativos que puedan tener condiciones apropiadas para el sitio donde se van a plantar” y además “asegurar una adecuada preparación del sitio, y su cuidado durante los primeros dos años para asegurar el establecimiento del bosque en el lugar”, enfatizó Cortizas

Los integrantes del proyecto destacaron  la importancia de la colaboración comunitaria, “elemento central” y “clave” para el mantenimiento de los árboles. Sofia resaltó que fue fundamental la participación de la comunidad en todas las etapas. “Desde pensar las necesidades y percepciones en relación a los espacios verdes y el arbolado urbano hasta definir el lugar, el diseño de la plantación y responsabilidades para su cuidado”. 

La creación de este bosque nativo urbano es una contribución concreta frente al cambio climático, con potencial de réplica en otras localidades y contextos urbanos. Esta iniciativa impulsada desde UTEC Durazno evidencia cómo la articulación entre investigación, comunidad y gestión ambiental permite desarrollar soluciones sostenibles y adaptadas a los desafíos actuales.