El docente Esteban Sarkissian, de la carrera Ingeniería en Logística de UTEC, debió aislarse completamente de su familia, durante 15 días, al regresar desde Europa en el marco de un viaje a Finlandia que debió cancelar a medio camino, debido a la emergencia sanitaria por la expansión del COVID-19. Compartimos la experiencia del docente narrada en primera persona.
Luego de una minuciosa planificación para realizar una visita a la Universidad de Ciencias Aplicadas de Finlandia, a través del programa de Movilidad Internacional de UTEC, el día 12 de marzo llegué al aeropuerto internacional de Barajas, en Madrid, en horas del mediodía.
Al encender mi móvil fue como si se me escapase de las manos vibrando, debido a la cantidad de mensajes que recibí en un solo instante. Eran mensajes procedentes de Finlandia, y otros de mi familia y colegas que intentaban avisarme que todo había quedado suspendido, y debería volver a Uruguay lo antes posible. La causa era la crisis del nuevo Coronavirus en Europa, por lo que se había cerrado toda frontera para aquellos vuelos que hicieran escala en España y en breve se tomaría la misma medida en Uruguay.
Sin muchas opciones, esperando en la fila de migraciones para hacer el ingreso al país, apliqué la vieja regla de los aviadores: 1. Mantener la calma, 2. Ver realmente qué sucede, 3. Proceder.
Contado con la suerte de haber estado en otras oportunidades en ese mismo aeropuerto, llegué rápidamente hasta la compañía aérea donde me dieron una única solución posible que era un vuelo de retorno para el otro día en la noche. Una vez logrado lo más importante, que era el billete de vuelta, me comuniqué con mi esposa para que comenzara a realizar todas las cancelaciones de hoteles y transporte en Finlandia, a la vez que yo solucionaba el tema de mi corta estadía en Madrid.
Cuando ya estaba todo bajo control y esperando que me viniera a buscar un viejo amigo, me tomé unos minutos para observar mi entorno, logrando ver personas corriendo, muy estresadas y realizando largas colas para lograr un cambio de vuelo.
Al despertar al otro día, viendo las noticias verifico que la situación había empeorado aún más, al punto que estaban comenzado a cerrar rigurosamente comunidades enteras. Esta noticia fue la clara señal que tenía que moverme ya a la terminal aérea, antes que cerraran el acceso desde Torrejón de Ardoz (que era donde me encontraba).
Una vez en el aeropuerto, con tiempo más que suficiente me dediqué a caminar, comprar algo y por supuesto seguir observando la actitud de las personas.
Había personas que estaban totalmente cubiertas y aisladas como otras sin ningún tipo de precaución. Viví actitudes de personas que con solo el hecho de acercarte se tapaban la boca o directamente se alejaban bruscamente de ti.
Aún recuerdo un momento divertido; fue cuando me sonreí de forma espontánea al recibir un mensaje de mi señora con la foto de cómo estaba preparando la habitación para mi cuarentena, y al comentarle al camarero que me estaba sirviendo un plato me dijo: “¡Tío, eso no es nada, mi señora hace una semana que me hace dormir en un sillón porque trabajo en el aeropuerto y a mi hijo no me deja ni tocarlo!”
En concreto arribé a una clara conclusión: En muchos casos es más peligroso la actitud de una persona en pánico que la propia amenaza.
Es increíble como todo puede cambiar…unos días previos solo pensaba en llegar a Finlandia y que todo saliera según el plan y en cuestión de segundos mi prioridad era llegar a Uruguay sin infección.
El retorno fue un vuelo placentero, quizás también porque las personas se sentían más aliviadas por volver. Siendo increíble no se escuchó una tos seca y ni siquiera un estornudo en más de 300 personas por 9 horas de vuelo.
Minutos antes de aterrizar una chica manifestó que se sentía mal y en ese mismo momento se activó todo el protocolo sanitario, atrasando nuestro desembarco en una hora más.
Luego de un excelente desayuno y almuerzo a cargo de la compañía aérea durante la espera, logramos volar desde San Pablo, Brasil, a Montevideo completando un total de más de 25 horas de vuelo en menos de 48 hs. Y… muchas horas de aeropuerto.
El siguiente desafío fue la cuarentena que cumplí rigurosamente aplicando los mismos mecanismos que tuve que adoptar en el desierto del Sahara Occidental cuando cumplía funciones de observador de las Naciones Unidas. Simplemente cinco puntos:
Generar una rutina diaria (La pregunta más peligrosa en este tipo de actividad es ¿qué hago hoy?)
Que la rutina no dependa de nada que no sea de uno mismo.
Realizar una lista de objetivos (cuanto más larga mejor, porque no se sabe cuánto debemos estar en nuestras casas).
Deporte, como sea posible (para liberar energía)
Nunca, pero nunca mirar el reloj seguido. Dejar que el tiempo fluya solamente estando ocupados.
En concreto, la vida me cambió una estadía en Finlandia por una cuarentena en mi habitación sin poder tener contacto con mi familia por 15 días, pero lo viví como una gran oportunidad. Donde pude ver a mis colegas generando técnicas para no interrumpir las clases y alumnos motivados para seguir recibiendo su formación. Lo que refleja un claro sentimiento de que podemos lograrlo y seguiremos adelante.
Estimados todos, espero que el relato de mi experiencia sirva de ejemplo para ustedes. Deseo realmente que el Coronavirus, hoy el encargado de darle un tirón de orejas a la humanidad, se vaya pero no antes de haber logrado crear una conciencia colectiva entre nosotros, para corregir lo que estamos haciendo muy mal y mejorar lo que estamos intentando hacer bien.
Esteban M. Sarkissian
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